Aquella tarde, 23 de Noviembre, fui al bosque en busca de aventuras nuevas y para respirar aire puro. Antes de salir de casa cogí una mochila, dentro metí: una cantimplora con agua, una cuerda, el móvil, un saco de dormir y un bocadillo de jamón. Si digo la verdad, mi vestuario de chándal parecía de una niña pija, rosa en todas partes, fue una suerte que no tuviera deportivas de ese color porque, aunque no combinara, no me sentiría tan pequeña. Me despedí de mi madre dándole un beso en la mejilla y le dije que volvería pronto aunque en principio, tenía pensado quedarme a dormir en el bosque. Salí de casa, cogí el camino mas largo para dar un paseo antes de encontrar un sitio cómodo en el que acostarme o establecer mi campamento de una noche. Mientras caminaba por la calle, observaba las casas que me rodeaban. Rojo, verde, azul, amarillo, blanco, son muchos de los colores que formaban aquellas casas con jardines relucientes. Las plantas que tenían en sus terrazas, me resultaban tan........familiares.......
Bueno tanto pensamiento había atrofiado mi delicada cabeza y no sabía donde estaba, lo único, que me encontraba en la carretera, con mi mochila al hombro y con mucho, mucho frío.
